miércoles, 24 de agosto de 2011

El fóbico Bergkamp

Dennis Nicolaas María Bergkamp, the iceman, el holandés de hielo. Un jugador totalmente cerebral, tanto dentro como fuera de la cancha. Siempre que se hable de psicología relacionada con el deporte se nombrará a este gran profesional. Diferente a todos. Nació el 10 de mayo de 1969 en Ámsterdam y fue el segundo de cuatro hermanos. Su nombre lo eligió su padre porque su gran ídolo en el fútbol era Dennis Law, mítico jugador del Manchester United, equipo al cual seguía gracias a sus constantes viajes vacacionales al Reino Unido. Su apodo hace referencia a la frialdad que poseía el rubio a la hora de definir una jugada o tomar decisiones dentro de la cancha. Fiel a sus ideales y convicciones, nunca cambió su estilo de juego ni se dejó llevar por las nuevas corrientes que rodean a este fútbol que día a día deja más atrás sus orígenes y convierte, lisa y llanamente, en un crudo negocio. Lejos de ello, Bergkamp nunca quiso ser una superestrella ni vender mas camisetas que cualquiera: “Relojes Rolex, cadenas de oro, coches espectaculares… Odio todo eso”, decía. Su objetivo estaba dentro de la cancha y hacia esfuerzos extra para divertirse y desarrollar lo que a él le generaba mas placer: divertirse jugando al fútbol (aunque su cara no siempre lo demostrara).
Debutó en el Ajax, pasó por el Inter y triunfó en el Arsenal.
Se conoce mundialmente su aerofobia. Este es uno de los puntos mas estudiados por los psicólogos ya que este caso se repite en un gran numero de jugadores profesionales (Iván Helguera, Paolo Guerrero, entre otros) que deben cambiar el rumbo de su carrera por no lograr superar este inconveniente. Dennis nunca fue un fanático por el vuelo, de hecho, no le gustaba en lo más mínimo. Sin embargo, decidió tomar un avión con su Selección Nacional para viajar al Mundial de Fútbol 1994 disputado en los Estados Unidos. A partir de allí nunca más volaría. El problema comenzó cuando se retrasó el vuelo de Holanda a Norteamérica por una amenaza de bomba. Pero lo peor ocurrió en el aire. El avión entró en una bolsa de aire que provocó una caída libre durante varios segundos. Nadie salió herido, pero el susto marcó la vida del holandés. Tal es así, que en 1995 al ser traspasado del Inter de Milán al Arsenal de Inglaterra, una de las cláusulas de su contrato le permitía no viajar en avión junto al resto de sus compañeros para disputar partidos, sobre todo fuera de Gran Bretaña. Así, Bergkamp solía movilizarse en coche durante días anticipándose al resto de la delegación de los gunners para poder estar a las órdenes de Arsen Wenger y jugar partidos de las máximas competiciones europeas en sitios tan dispares como Rusia o España. 

Fuera de la cancha, Dennis era introvertido y humilde, pero dejaba frases que daban que hablar: “Con mi primer contrato gané más que mi padre, electricista, en toda su vida. Me di cuenta de cómo funcionaba esto, pero habría sido una locura decir: No lo quiero. Todo el mundo gana dinero con el fútbol, ¿por qué no nosotros? Hay mucha gente mirándonos”. Tony Adams, mítico defensa inglés, compartió muchas temporadas en el Arsenal con él. En vísperas de un Inglaterra-Holanda, Adams reconoció: “Bergkamp es un hombre tan agradable… Tiene una familia maravillosa y es todo un caballero. Va a ser muy duro tener que pegarle”. Otro mito del desaparecido Highbury, el goleador Ian Wright, tampoco escatimaba en elogios para el delantero holandés: “Si estuviera en Star Trek, Bergkamp sería el mejor de cualquier sistema solar en el que jugase”.

Futbolistas víctimas del alcohol

El alcoholismo es un problema común en muchos deportistas. Victimas de la rápida obtención de fama, cualquier tropezón les puede provocar una dura caída anímica que, en un gran número de oportunidades, termina siendo ahogada con el consumo en exceso de todo tipo de bebidas. El principal peligro para este tipo de patologías es no reconocer la enfermedad. No asumirla u ocultarla a su círculo más íntimo podría llegar a ser letal. En estos casos, la tendencia a negar el problema lo hace aún peor; el afectado se cierra e impide sistemáticamente la asistencia, agravando su estado.

El goleador brasileño Adriano, jugador de gran físico, vivió en carne propia el infierno tan temido. Sufrió la perdida de su padre, su referente de vida; su animo cayó aún más cuando rompió relaciones con su novia Daniela. Empezó a frecuentar discos, bares, fiestas, bellas mujeres y, sobre todo, mucho alcohol. Tan mal se sintió el ser humano que el ídolo necesitó hacer pública su adicción, lo que implica un paso muy importante para la recuperación; diagnosticado el síntoma, derrotar al enemigo que habita en uno es todo un desafío para el portador. Adriano deberá combatir con entereza su adicción, la lucha es día a día y está prohibido bajar la guardia.

Otro ejemplo es Ariel Ortega, el argentino que pasó por Valencia, Fenerbache, River Plate, entre otros, y actualmente viste los colores de Defensores de Belgrano. El Burrito tiene una familia bien constituida por su esposa y sus hijos; el fútbol y la pelota, le dan alegría y son la razón de ser de su existencia. Aún así, no pudo escapar al estigma del alcoholismo, tal vez por las presiones que soportó desde muy joven (debutó en el club millonario a los diecisiete años) o algún problema no resuelto en su infancia. Lo concreto es que cayó en la tentación, el tratamiento ambulatorio no produjo resultados satisfactorios y se vio obligado a internarse en una clínica privada de Chile. Volvió a su club en busca de contención a nivel humano y profesional. La vuelta a casa para jugar al fútbol es una medicina mágica para muchos enfermos, aunque insuficiente para controlar el trastorno. Su familia será la base para fomentar la recuperación.

Mucho mas atrás en el tiempo, podemos recordar los casos de Garrincha, George Best y tantos otros afectados por problemas similares. Todos ellos tienen una característica común que los une: la pobreza. De origen muy humilde, el fútbol les entregó el pasaporte a la fama y al dinero. No pudieron soportarlo y llegaron a los excesos y al descontrol. Limitados culturalmente por carencias de base, la prematura idolatría y la “soledad de los triunfadores” los superó. Sus adicciones operaron como una forma de escape, pidieron ayuda a gritos y nadie los escuchó: fueron parte de los marginados del fútbol.

Manuel Francisco dos Santos, más conocido como Garrincha, nació un 28 de octubre de 1933 en Pau Grande, a setenta kilómetros de Río de Janeiro, Brasil. El carioca, de familia muy humilde, pasó su juventud entre sus tres pasiones: el fútbol, la pesca y las mujeres. Lo periodistas del momento lo apodaban el ángel de las piernas torcidas. La causa de su problema en las extremidades inferiores fue una poliomielitis infantil mal curada. Mané no pudo gambetear una herencia familiar: el consumo -desde muy chico- de una bebida alcohólica llamada cachimbo, mezcla de cachaca con miel de abejas y canela en pan. El tabaquismo fue otra de sus adicciones; fumaba con naturalidad desde los diez años, vicio que lo acompañó en sus jornadas de gloria y hasta su temprana desaparición. Debutó profesionalmente en Botafogo, club con el que alcanzó el status de estrella mundial. El autor Ruy Castro escribió su autobiografía, titulada “Estrella solitaria. Un brasileño llamado Garrincha”, que también fue llevada al cine por Milton Alencar Jr. Sus últimos años los padeció encerrado en un sótano con una patología de delirium tremens derivada del exceso de ron. Murió el 20 de enero de 1983 por un síndrome alcohólico.

George Best, célebre jugador irlandés del Manchester United, fue uno de los míticos ídolos pop del fútbol británico. Falleció el 25 de noviembre de 2005, como resultado de una infección pulmonar y un fallo multiorgánico. El Quinto Beatle sustentó su fama tanto en su exquisito fútbol como en sus noches de locura. Con anécdotas de todo tipo. Adicto al sexo y al alcohol. Sus originales frases marcaron una época. Así, comentó: “En 1969 dejé las mujeres y el alcohol; fueron los peores veinte minutos de mi vida”. Otra de sus recordadas citas fue: “He gastado mucho dinero en mujeres, coches y alcohol, el resto lo he despilfarrado”. La fábula dice que tuvo dos hígados y que se pulió el segundo. Best fue, además de un notable futbolista, un paradigma de la sociedad inglesa de los años 70.