La celebración de Di Canio con la camiseta lacial y frente a la Roma (el clásico rival), en la temporada 2004/2005, trajo mucha tela para cortar y lo posicionó en el centro de las críticas. Fue sancionado por La Federación Italiana de Fútbol con una fecha de suspensión y diez mil euros de multa. “El saludo era para mi gente. Con el brazo en alto no quiero incitar a la violencia y mucho menos al odio racial. Soy fascista, no un racista”, dijo, en aquel momento, el italiano.
Amores y odios. No había otra posibilidad. Muchos lo idolatraban, pero tantos otros querían verlo en lo más bajo. De hecho, en la Lazio (el club con el cual debuto en primera) fundó el grupo ultra Irriducibili, de corte neo-fascista. Di Canio exhibe tatuada en el brazo la palabra latina Dux, de la que deriva el adjetivo Duce (Jefe) adoptado por el dictador Mussolini.
Antes de ser futbolista, en plena adolescencia, era él quien ocupaba un hueco entre la facción más dura de los ultras del conjunto romano, adheridos a la extrema derecha. Quizá por eso, el partido ultraderechista Alianza Nacional propuso una colecta entre los aficionados para pagar la sanción que le impuso la federación italiana